MONSTRUOS DE BOLSILLO LA COLECCIÓN QUE MARCÓ UNA GENERACIÓN


A comienzos de la década de 1990, la empresa Morrison Entertainment Group, fundada por Joe Morrison y John Weems, antiguos directivos de Mattel, dio vida a una de las líneas de juguetes más recordadas por los niños de los noventa: Monster in My Pocket, conocida en Hispanoamérica como Monstruos de Bolsillo. La distribución estuvo a cargo de Matchbox, que fabricó pequeñas figuras de goma de distintos colores, inspiradas en criaturas míticas, leyendas, dioses y monstruos de todo el mundo. Su atractivo radicaba en su tamaño caben literalmente en el bolsillo y en la combinación de terror, mitología y colección.


La primera serie, lanzada en 1990, estaba compuesta por 48 figuras, todas numeradas y pintadas en tonos sólidos. Entre ellas se encontraban clásicos universales como el Hombre Lobo, el Vampiro, Medusa, Cerbero, Kali, la Hidra, el Kraken, el Cíclope o Pie Grande, junto a seres menos conocidos como el Catoblepas, Baba Yaga o Haniver. Cada monstruo tenía un valor de puntos impreso en su base, lo que permitía usarlos en un juego de mesa incluido en los paquetes originales. El éxito de esta primera colección fue tan grande que pronto se lanzaron nuevas series, cómics, cromos, un videojuego y hasta un especial animado.


En México, la marca Sonric’s, filial de PepsiCo dedicada a las promociones con dulces, lanzó su propia edición en 1994, adaptando la línea bajo el nombre de “Monstruos de Bolsillo”. Esta versión se convirtió rápidamente en un fenómeno entre los niños latinoamericanos. Las figuras venían dentro de cajas con caramelos y, además, se complementaban con tarjetas, acetatos y pequeños cómics promocionales. La colección mexicana conservaba los 48 monstruos originales de la Serie 1, pero en materiales y colores distintos a los de Matchbox, con algunos nombres traducidos o modificados para el mercado local. Figuras como Medusa, el Hombre Lobo, el Vampiro o la Bruja se convirtieron en íconos de aquella promoción.


La Serie 3 de Monster in My Pocket, lanzada únicamente en algunos mercados como el británico, fue una de las más misteriosas. A diferencia de las dos primeras, nunca se distribuyó masivamente en tiendas; varias de sus figuras solo aparecieron como promociones en cereales o packs limitados, lo que las volvió extremadamente raras entre los coleccionistas. Algunos monstruos incluso quedaron inéditos, aumentando el interés y la mística alrededor de la línea.


En Colombia, los Monstruos de Bolsillo no tuvieron una promoción oficial de Sonric’s, pero llegaron a través de importaciones, intercambios y reventa, convirtiéndose en una colección muy codiciada. A mediados de los noventa era común encontrar estas figuras en ferias o tiendas de juguetes usadas, muchas veces mezcladas con otras líneas de miniaturas. La falta de distribución directa hizo que su valor de colección creciera con los años.


Con el tiempo, la popularidad de la franquicia generó una gran cantidad de copias y versiones “bootleg”, fabricadas sin licencia en diversos países latinoamericanos y asiáticos. Estas imitaciones se distinguían por sus moldes de menor detalle, colores inusuales o materiales más duros. Aun así, muchas de ellas se volvieron parte del imaginario infantil de la época y hoy son buscadas por coleccionistas.


La influencia de Monster in My Pocket trascendió los juguetes. En 1991, la editorial Harvey Comics publicó una serie de cómics protagonizada por los monstruos, con guiones de Dwayne McDuffie, donde los personajes cobraban vida en el mundo humano. Ese mismo año, la compañía Konami lanzó el videojuego “Monster in My Pocket” para la consola Nintendo NES, en el que dos monstruos el Vampiro y el Hombre Lobo combatían contra otras criaturas de la colección en una aventura de acción en plataformas.


Hoy, más de tres décadas después, Monstruos de Bolsillo sigue siendo un ícono del coleccionismo nostálgico. Su mezcla de mitología, juguete y promoción comercial marcó una época y dejó una huella duradera en América Latina. La colección Sonric’s, con sus 48 figuras de colores vibrantes y su distribución en dulces, es recordada con especial cariño por quienes crecieron en los años noventa y aún conservan en una caja o en la memoria a esos pequeños monstruos de bolsillo que desataron toda una fiebre coleccionista.


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